martes, 22 de marzo de 2011

La mujer brava

Siempre he dicho que es un verdadero halago cuando me dicen que soy una "bruja", y esto me lo reafirma mucho más.
Dijera mi sabia y adorable bisabuelita -con el perdón de todos ustedes- "Prefiero mil veces que me digan que soy muy cabrona a que me digan que soy muy pendeja... y una cosa es sumisa y otra cosa es ser su… mensa".
Les dejo el texto que me ha reafirmado como una mujer brava.
 Saludos y besos a todos
La mujer brava
Por Héctor Abad

Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.

A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y  por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos!

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas... Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza.

Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.

¡Vamos hombres, por esas mujeres bravas!


sábado, 12 de marzo de 2011

El sentir de la mujer brava

Acabo de leer un correo que una vieja amiga (vieja por el tiempo que la conozco, más no por la edad) y no puedo estar más complacida. Parece que el sueño de toda mujer del siglo XXI se está haciendo realidad  Por fin un hombre ha salido a dar la cara por las mujeres que valemos la pena. Y ustedes se preguntarán: ¿Quién es ese hombre? ¿De qué se trata el sueño de toda mujer moderna?
El nombre de este héroe de las mujeres actuales es Héctor Abad Faciolince. Y tal vez la mayoría de ustedes se preguntarán: ¿y quién es Héctor Abad Faciolince? Permítanme tomar unas palabras para platicarles más a cerca de este personaje.
Héctor Abad Faciolince, escritor y periodista colombiano. Nació en Medellín, Colombia en 1958. Estudió lenguas y literaturas modernas en la Universidad de Turín Entre sus novelas están Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998), Basuraz (2000, Premio Casa de América de Narrativa Innovadora) y Angosta (2004, mejor novela extranjera publicada en China en 2005). Ha publicado también los libros de ensayos breves, Palabras sueltas (2002) y Las formas de la pereza (2007), el volumen de relatos El amanecer de un marido (2008), y otros tres de género incierto, Tratado de culinaria para mujeres tristes (1997), Oriente empieza en El Cairo (2002) y El olvido que seremos (2006). Sin embargo la proeza más grande (por lo menos desde el punto de vista de las mujeres actuales) es haber escrito un ensayo a cerca de LAS MUJERES BRAVAS.
Y es precisamente en ese ensayo que radica el sueño de toda mujer moderna. Pero, ¿de qué trata ese sueño? Es muy sencillo. Queremos dejar de ser el modelo “perfecto” para el hombre machista.
En sus letras Héctor Abad, defiende el derecho que tenemos las mujeres “bravas” a ser amadas y valoradas, a ser aceptadas tal y como somos: ya dejamos de ser las mujeres sumisas y obedientes, para convertirnos en mujeres con ideas y gustos propios, con opiniones que defendemos ante cualquiera, con valor a criticar lo que creemos que está mal, y a proponer ideas que ayuden a mejorar eso que está mal. Con convicción propia, con aspiraciones laborales, políticas, sociales, familiares. Con sueños y esperanzas que queremos compartir con un hombre que quiera recibirlos. Queremos ser valoradas por esas esperanzas, esos ideales, aspiraciones y convicciones y no por qué tan levantadas y duras tengamos las bubis y las nalgas, o por lo plano del abdomen, o lo lisa que esté la piel de las piernas. Somos más que eso. Somos esencias perdurables.
Queremos que VEAN nuestra mirada. Dentro ella se encuentra un ser que tiene mucho que ofrecer y que puede dar todo lo que cualquier hombre desea. Solo pedimos que nuestras ideas sean igual de valiosas que las de los hombres, que nuestras convicciones sean tan válidas como las de los hombres, que nuestras aspiraciones sean tan válidas como las de los hombres.
Las mujeres actuales somos feministas, sin embargo consientes de que los hombre y las mujeres NO SOMOS IGUALES. Somos complemento. Somos igual de valiosos como seres humanos e individuos. Tenemos roles muy definidos que desempeñar.
Así que, si hay algún caballero que este leyendo esto, no tienen porque sentirse “amenazados” por nosotras. Eso sí, deben de estar consientes de que somos mujeres de ciclos de 28 días (a veces 29, a veces 35, ¡qué más da!), y durante ese ciclo hay altas y bajas, buenas y malas, tristes y felices. Que no buscamos quien nos entienda, sino quien nos quiera, nos ame, nos desee, nos valore, nos “posea”, nos apasione.
Queremos hombres valientes que no les de miedo una mujer “entrona” o “echada pa’delante”. Hombres dispuestos a asumir su rol sin pretextos, hombres que nos den la suficiente confianza para poder compartir responsabilidades y retos. Queremos hombres que quieran recibir lo que tenemos que dar.
Cierro esta reflexión diciendo que me gusta ser mujer, y que me gusta más ser la mujer que soy. Que si he estado sola a lo largo de mi vida adulta, es porque me he topado con hombres con miedo a tener una mujer con las agallas de ser un individuo independiente e irreverente y esos hombres no han tenido los hue …. ,el valor de encontrar la felicidad en una mujer como yo.

martes, 4 de enero de 2011

¿Quien soy?

Creo que todos los que lean estas palabras dirán: Otra vieja más hablando de sus frustraciones, traumas, necesidades y quejas. Y tal vez tengan razón, sin embargo la intención de iniciar esto es porque siempre me he cuestionado: ¿Y si hay alguien a quien le interese lo que dice mi mente? Porque las mentes de los individuos hablan, el problema es que nosotros mismos nos encargamos de callar esa voz que está dentro de nosotros y que muchas veces tiene razón, o en ocasiones nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos. Es por eso que le he llamado a mi blog Compartiendo pensamientos, porque ese es el fin de ponerme a escribir sin ser escritora, de ponerme a filosofar sin ser filosofa, porque quiero saber que opinan de la voz que vive dentro de mí.

Después de haber aclarado el origen de este proyecto quiero decirles QUIEN SOY. Inicio diciendo que soy una mujer (¡qué raro que una mujer se ponga a escribir un blog de sentimientos y esas cosas!), sí, soy una mujer que puede estar en tu mente, o en la mente de tu novia, de tu mejor amiga, de tu comadre, de tu mamá, de tu hermana, en fin, puedo ser cualquier mujer, puede ser que yo misma sea la voz que tu estás callando. Sigo este texto diciendo que sí, efectivamente han habido hombres que me han roto el corazón, que han hecho cambiar el rumbo de mi vida de una manera radical, y que me han hecho en ocasiones sentirme muy sola, muy enojada, muy frustrada, muy deprimida, etc. Esos “resbalones” como yo los llamo, me han hecho tomar conciencia de que es necesario dejar que esa voz de la que hablaba hace un momento debe ser escuchada principalmente por nosotros mismos, y después por los demás, ya que en mi caso en algún momento de mi vida, esa voz trató de advertirme de esos resbalones. Los textos que se integraran a este blog son para aquell@s que quieran escuchar su voz interior a través de la mía. 

Y como buena mujer quiero decirles que tengo el temperamento de una montaña rusa, con subidas, bajadas y trayectos planos. Que a consecuencia de corazones rotos he llorado, maldecido, renegado, sufrido, y más. Que no puedo evitar vivir mi vida en ciclos de 28 días (o 29, 32, 40, ¡qué más da!) y eso los hombres no lo pueden entender aunque su voz interna les grite. Que soy una mujer chapada a la antigua, que me gusta que pasen por mi cuando me invitan a una cita, que me gusta que me abran la puerta, que paguen la cuenta de la cena, que espera la caballerosidad que hasta hace algunos años aún existía. Pero lo más importante es que soy una mujer que como tú y como muchas otras mujeres, aún cree que hay una manera de ser feliz en esta vida, y que no precisamente está ligado a tener a un hombre al lado (aunque hay veces que cómo hacen falta los desgraciados). Yo sí creo que no puedes vivir con los hombres, pero tampoco puedes vivir sin ellos, así que hay que buscar la forma de estar en un punto medio.

Y creo que esa voz que está dentro de nosotros intenta equilibrar nuestras vidas. No la ignoremos, escuchémosla. Tal vez nos llevemos una gran sorpresa. Construyamos este foro de expresión juntos, unamos nuestras voces internas para enriquecer estos pensamientos compartidos.